El capítulo propuesto para su estudio y comentario durante el verano de 2017 es el 81

《道德经》

Capítulo 81

第八十一章

 

Las palabras veraces no son bonitas,

las palabras bonitas no son veraces.

El bueno nunca busca razones para justificarse,

el que siempre busca razones para justificarse, no es bueno.

El que sabe no muestra su erudición,

el que muestra su erudición, no sabe.

El hombre santo no acumula posesiones

sino que se entrega a los demás

y así nunca le falta de nada;

vive para los demás

y siempre tiene de sobra.

El Tao del cielo beneficia y no maltrata a nadie;

El Tao del hombre santo

se va realizando sin entrar en conflicto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Viernes 28 de octubre

Aunque llegamos tarde, coincidimos con algunos compañeros del viaje a China en la cena de celebración de la Confirmación de Mateo, hablamos de la Odisea de Ulises.

Al entrar en la casa de Flor de Melocotón siempre tengo la sensación de que nos recibe Peter.

Wilma ha puesto nuestros nombres en la puerta de cada una de las habitaciones, hacemos las camas y al poco nos acostamos, el silencio del campo.

Sábado 29 octubre

Antes del amanecer, un placer estar en el establo de la tranquilidad, fresquito calorcito. Todo resulta familiar en torno al orden del día. Las convivencias en Flor tienen desde el principio un aroma rotundamente zen, en mi caso lo redescubro preparando la mesa para el desayuno y después lavando los platos. No son unas vacaciones en hotel con baño en el que te atienden, aquí es vivir y convivir de verdad, servir sin fingir, entregarte a la realidad.

El tema elegido para la convivencia –ponerse de acuerdo- responde a una frase repetida por Peter: “Pónganse de acuerdo”. Sobre su significado y sentido van a girar las tertulias, los comentarios, las sobremesas, los paseos: ponernos de acuerdo

Guillermo

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   Al padre Peter Yang le gustaba repetir esta frase "Buena idea realizada será vida maravillada". A finales de 2015 los socios y amigos de Flor de Melocotón propusimos una buena idea y también un reto para todos: coordinarnos para poder mantener nuestra casa abierta durante 100 días en 2016. Se trataba de aumentar la presencia en la casa, darle más vida, hacerla más acogedora y trabajar entre todos mejorando sus condiciones y también cuidando más el terreno. Gracias a Dios y al compromiso suscitado esta buena idea pudo realizarse entre el 23 de marzo y el 30 de junio y son muchos los frutos obtenidos: nuevas colaboraciones, mejor organización, mantenimiento del orden del día, más atención a los detalles. En definitiva ha sido un nuevo paso en el desarrollo de nuestro proyecto. Desde aquí queremos agradecer a todos los que han colaborado en su realización y de forma especial a Pilar y a Wilma que, por disponer ahora de más tiempo han sido las que más dedicación han tenido.

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La leyenda de Flor de Melocotón dice así:

 

lateralEn la era Taiyuan de la dinastía Jin, vivía en Wuling un pescador. Navegando por un río un día, y dándose cuenta de lo lejos que había llegado, de repente apareció a sus ojos un jardín de melocotoneros que se extendía unos cientos de pasos a ambos lados del río. En el jardín no crecían otros árboles. Los pétalos desprendidos aleteaban en abundancia de colores hasta caer sobre una verde alfombra de hierba, fragante de delicados aromas. Embelesado por la maravilla, el pescador fue recorriendo la mayor parte de la extensión del jardín. Éste terminaba junto al nacimiento del río donde se levantaba una colina con una única abertura de donde parecía salir una débil luz interior.

 

El pescador desembarcó y se aventuró dentro del estrecho agujero que a primera vista difícilmente parecía permitirle el paso. Avanzando de lado y poco a poco algunas decenas de pasos, vio el paso abierto y en el interior una repentina y amplia extensión de terreno toda llena ordenadamente de casas, fértiles campos, brillantes charcas y bosquecillos de moreras y bambúes. Los caminos y los senderos cruzaban los campos. Las aldeas estaban tan cerca las unas de las otras que podían oír los ecos de los cantos de los gallos y el ladrido de los perros.

 

Los hombres y las mujeres que trabajaban en los campos iban vestidos de una manera desacostumbrada. Ambos, jóvenes y viejos, parecían contentos y alegres de sí mismos. A todos les pareció divertida la visión de un extranjero.

 

Los aldeanos le preguntaron acerca del lugar de dónde venía. A cada una de sus preguntas, el pescador dio respuestas detalladas. Ellos entonces le invitaron a sus casas y festejaron su presencia con asados y vino. Como las noticias de su aparición ya habían circulado, la mayor parte de los lugareños acudieron a por más noticias. Por su parte, ellos le relataron cómo sus antepasados se habían refugiado en este apartado rincón de las leyes tiránicas de la dinastía Qin y cómo, después que los hombres hubieran conducido a sus mujeres e hijos y después que se hubieran asentado allí, ellos mismos habían cortado con el resto del mundo. Después de esto, preguntaron sobre el estado actual del reino, pues en su mayoría ignorante de la llegada y caída del la dinastía Han, igualmente ignoraban a la dinastía Wei y Jin que la habían sucedido. El extranjero les contó todo cuanto sabía hasta agotar sus conocimientos. Toda la audiencia suspiró profundamente conmovidos por su historia. Aquellos que aún no le habían demostrado su hospitalidad, lo hicieron invitándole a sus casas y convidándole por turnos.

 

Días después de aquello, anunció su partida. "No me iré muy lejos", dijo a su marcha. Una vez fuera, encontró el bote donde lo había dejado y tomó la ruta de llegada marcando el camino con cuidado. A llegar a la sede de la prefectura, notificó su aventura al prefecto, quien en ése momento despachó hombres para que, junto con el pescador localizaran el lugar. No encontraron las señales que él había dejado y acabaron perdidos.

 

Habiendo oído del lugar, el respetado Liu Ziji de Nanyang expresó su entusiasta deseo de ir allí, pero su vida se vio cortada por la enfermedad antes de que pudiera llevarlo a cabo. Nadie lo ha intentado después.

 

TaoYuanming (365–427)

Envidio a Pilar, ella va a estar los cien días en la casita de Flor de Melocotón, que es la primera vez que se va a mantener tanto tiempo abierta, y ella va a poder compartir múltiples vivencias con todos los que allí vamos, hará las respis junto al altar, tai chi en el patio o en el campo, estará de aquí para allá.


Cuando estuve allí me gustó ver y mirar la cara de Pilar, de Nacho, de Daniel, de Li Yin, de Manuela, de Mateo, de Marcos, de Juanito, de María José, de Francisco (Paco, Cisco), de Marisol, y de Javier, sentir que todos somos hermanos de verdad.


Me gustó que se haya puesto wifi en la casa, resulta agradable que en medio del campo le pueda llegar por ejemplo, desde Suiza, el video de la actuación de danza que había realizado horas antes la hija de Francisco, que estaba con nosotros, y que pudiéramos compartir en la distancia la emoción de ese momento, algo que todos valoramos y disfrutamos.


Me gustó que subiéramos con Juanito a la montaña de la ermita de Altura, desde la cual se ve el mar, y desde donde se aprecia la bella ubicación de Flor, cerca del pinar, en un hermoso valle.


Me gustó pasear por Teruel una tarde festiva, que buscáramos todos sus torreones, comer un dulce junto al torito, y hasta constatar que allí también nos podemos perder. También ir al outlet de Adidas que había en el camino.


Me gustó mucho recibir un golpe de energía en la voz de Peter, a través de las grabaciones de las charlas en los primeros 100 días que realizó. He de reconocer que me conmovió al principio, una vez superado pude sonreír con su particular manera de preguntar y contar, y la profundidad de sus palabras, un tesoro que debemos trabajar.


Me gustó poder dirigir la tabla, repetir todas las mañanas y tardes de esa semana la misma secuencia de la serie, y que se nos olvidara el tiempo y estuviéramos más de hora y media moviendo todo el cuerpo flexible, lejano, suave y redondeadamente y así interiorizar los principios a seguir en la vida.


Me gustó cocinar, hacer torrijas, sopa ramen, alcachofas, paella, caballa a la plancha, ensaladas, que elaboráramos una barbacoa familiar al aire libre, cenar pato en el chino de Segorbe e ir después al toro embolado.


Me gustó que quitáramos todos los hierros que aún quedaban en el campo, retirar la alfombra del “jardín de las doncellas de jade” (como lo llama Ade), subir a la terraza, tumbarme bajo el nuevo techo del establo.


Me gustó los calentamientos, con Manuela acariciando “las comisuras de los labios,” o con Marisol, en el que se nos fue la cabeza, y gritamos el complicado aullido de Tarzán, o el de Chita, o el rugido del león, o los cantos de los de la tribu de la selva …Y reírme, y reírte y reírnos.


Me gustó rezar el rosario anocheciendo, la atención de María José al paso de las cuentas, la lectura del evangelio, todos los salmos. Ay, me gustó encender las estufas de la casa, escuchar el crepitar del fuego, notar ese calorcito interior por todos lados.


Tratamos muchos temas, para mí era (y es) muy importante el del wu wei, en su definición como “actuar en la no acción”. Estoy cansado, dije, de “no actuar en la acción”, es decir, el vivir en el montaje del “hacer, hacer, hacer para no hacer nada”, ¿no será mejor no hacer, no hacer, no hacer, para hacerlo todo?


En fin, envidio a Pilar porque estuve la pasada semana una pequeña parte de los cien días y volví transformado, renacido, con la sensación de que un corto espacio de tiempo había servido para cambiar mi vida, ¿Qué será un poco más?

 

Guillermo